En la época precolombina los aztecas preparaban el chocolatl, voz que traducida al español significa “agua amarga”. Se preparaba moliendo el cacao con vainilla, pimienta y otras especias, batiendo la mezcla hasta darle una consistencia como la miel y luego dejando enfriar por cierto tiempo.
Cristóbal Colón fue el primer europeo en probar la exótica bebida en su cuarto viaje a América, pero fue Hernán Cortés, años más tarde, quien entendió las grandes posibilidades del cacao. En una carta al emperador Carlos V ( Carlos I de España), decía que el chocolate “aumenta la resistencia y combate el cansancio. Una taza de esta sustancia bebida permite a un hombre caminar todo el día sin comer nada”.
El auge del chocolate vino después que unas monjas tuvieron la feliz idea de mezclarlo con azúcar. A raíz de esto, se establecieron fábricas para hacer unas pastillas de cacao con azúcar que se mezclaban con agua para hacer una bebida que desde los primeros instantes tuvo éxito fantástico en España donde el chocolate llegó a adquirir el carácter de bebida nacional. Lo mismo que en Inglaterra se hablaba de “la hora del té”, en España se mencionaba “la hora del chocolate”.
Durante casi un siglo, España fue la única nación en el mundo donde se tomaba chocolate, pues los españoles lo guardaban como un secreto y no comunicaban a ningún extranjero la receta.
Poco a poco el chocolate se propagó por Europa.
En 1828 un químico holandés inventó una prensa que retiraba de la pasta de cacao unos dos tercios de la manteca; de este modo se obtenía una masa que podía reducirse a un polvo fino y soluble.
Ante la gran cantidad de manteca de cacao que empezó a salir de las prensas, a los confiteros se les ocurrió agregarla a sus productos para hacerlos más cremosos y homogéneos.
En 1847 los ingleses inventaron el chocolate sólido y en 1875 Daniel Peter, de la Compañía Chocolatera General de Suiza, unió esfuerzos con Henri Nestlé, experto en productos lácteos, para fabricar chocolate de leche.
La dificultad estriba en que, como el agua y el aceite, la leche y el chocolate no se mezclan naturalmente. La leche consta de casi 90% de agua, y el chocolate, de al menos 50 por ciento de grasa. El proceso era laborioso y caro. A Nestlé le llevaba una semana transformar un lote de producto. El chocolate de leche fue un éxito instantáneo.
En otro tiempo se llegó a considerar esta golosina más un remedio medicinal que un alimento. Se le tenía por bálsamo para el cansancio mental y tónico para los enfermos y los débiles. Hubo también quienes le atribuyeron virtudes afrodisiacas. Casanova decía que con él y con champaña seducía a las mujeres.
Esta relación del chocolate con el amor parece ser universal. En el siglo XX los médicos recomendaban a los pacientes enamorados comer un poco de chocolate para mitigar su anhelo. Esto quizá explique por qué actualmente se regalan chocolates el día de San Valentín.
Muy pocos estadounidenses conocían el chocolate en la década de los años 1890. Una de las primeras veces que el propio Milton Hershey vio fabricarlo fue en 1893 en Chicago, durante la Exposición Mundial Colombina, predecesora de la Feria Mundial. Allí J. M. Lehmann, proveedor de equipo de chocolatería de Dresde, Alemania, demostró el proceso haciendo una pasta suave que vertía en moldes y dejaba endurecer para formar tablillas.
A Hershey le bastó probar ese delicioso producto de la industria para comprar a Lehmann todo el equipo que estaba exhibiendo y enviarlo a Lancaster, donde, en 1894, nació la Hershey Chocolate Company.
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